Sus ojos azules me susurraron al oído
que una vez habían sido estrellas.
Profundos porque pertenecían al cielo,
luminosos de saber contemplar el mar.
Allí aprendieron a comunicarse a través del viento
a mostrarse en la intimidad
sueños, anhelos, pasiones…
estrellas que me enseñaron a amar.
La utilización de símbolos para comunicarnos entre nosotros, para trasmitir mensajes o para motivarnos es tan antigua como el hombre. Echemos la vista atrás, 15.000 años, hacía la prehistoria cuando el homo sapiens habitó las Cuevas de Altamira (Cantabria, España), y decoró sus estancias pintando bisontes. La vida de este hombre prehistórico giraba entorno al bisonte, su carrera profesional, su creatividad y el desarrollo de sus nuevos proyectos consistía en pensar estrategias para conseguir cazarlo y llevarlas a cabo. Una vez conseguido el trofeo, este le proporcionaba salud, éxito y prosperidad en forma de alimento y ropa, reconocimiento social, el grupo se beneficiaba de sus éxitos y como consecuencia se sentía seguro de sus capacidades, liderazgo. Todo un ejemplo de la práctica de Feng Shui.
En esta propuesta de aprender a comunicarnos a través del entorno, la técnica de Feng Shui es de gran ayuda, como especialista en el análisis del comportamiento del mismo. La propuesta es sencilla, actuando sobre la localización de objetos específicos en espacios concretos, nos aseguramos de los mensajes que queremos comunicar para que estos nos sirvan de inspiración y motivación diaria. El reto consiste en encontrar nuestros propios “bisontes” en cada área de la vida, lo que repercute en nuestro ánimo, en nuestra convivencia y como consecuencia en nuestro desarrollo y bienestar personal.
Podéis encontrar una guía de como llevarlo a la práctica en el siguiente enlace “Practicando Feng Shui”.
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