La ciudad lenta

22,octubre 2007

Cada vez que salgo de Madrid y visito una provincia me doy cuenta del alto precio que pagamos en calidad de vida los que vivimos en las grandes ciudades. En las ciudades pequeñas todavía se come en casa a diario, la tan saludable costumbre de la siesta sigue existiendo… Me pregunto si realmente necesitamos construir estas macrociudades, llenas de cemento, en las que no nos podemos ni mover, porque para disfrutar de los alrededores tenemos que pensar en el gran atasco que nos espera a la vuelta…

Quizá nos hemos dejado seducir por otras culturas o pensamos que no nos queda más remedio si queremos progresar.

O quizá nos hemos olvidado de disfrutar de lo cotidiano, dejando paso al estrés o al sindrome de la felicidad aplazada. Entonces me pregunto para qué queremos progresar, dónde vamos, seríamos capaces de dejar que sea la vida la que nos marque su propio ritmo, de vivir sin la presión del reloj…

take_back_your_time.gifEl próximo miércoles, día 24 de Octubre, será el día oficial sin relojes. Hace seis meses que publiqué el artículo «La tiranía del reloj, la filosofía slow», por lo que hace seis meses que me quite el reloj de la muñeca. Desde entonces, sigo sin llegar tarde a los sitios (tengo reloj en el coche, en el ordenador, en el móvil…) pero no tengo un reloj encima que me presione y siento que me entrego a lo que estoy haciendo en cada momento de una forma más relajada.  

800px-slowfoodthera06676.jpegEsto es lo que predica el movimiento slow. Debe su origen (1989) a la protesta llevada a cabo por el periodista Carlo Petrini, por la apertura de un restaurante de comida rápida junto a la escalinata de la Plaza de España en Roma. En ese momento nació la conciencia de proteger la alimentación tradicional, frente al imperio de la comida rápida. Ese mismo año, en París se dio nombre al movimiento y se diseño su logo, a partir de la imagen de un caracol. El nombre de este movimiento fue Slow Food y supuso el germen a partir del cual más tarde surgirían las Slow Cities.

Las Slow Cities o Convivias, se han convertido en toda una filosofía de vida: sus habitantes disfrutan de la naturaleza y valoran mucho pequeños placeres tales como comer o dialogar. En ellas no hay lugar para la prisa y se trata de fomentar la creación de una conciencia más humana.

Para que una ciudad se pueda convertir en Slow City, la población no puede sobrepasar los 50.000 habitantes, no puede ser una capital, ha de tener el centro cerrado al tráfico y además se deben cumplir una serie de requisitos en seis planos diferentes:

  • legislativo medioambiental
  • infraestructura política
  • calidad urbana
  • productos locales
  • hospitalidad con los visitantes
  • conocimiento sobre las actividades de la localidad

Lo que todas las Slow Cities tienen en común es la voluntad de construir un espacio más humano, con medidas que van desde sistemas de aire que controlan la polución a iniciativas para animar a la protección de los productos y la artesanía local.

traje-716954.jpegUna Slow City también debe contar con una educación en consonancia con su estilo de vida. En las Slow Schools no importa cuándo va a sonar el timbre, sino cuándo los alumnos han comprendido la lección.

Y después de una Slow Food nada mejor que una siesta, que podría acompañarse de Slow Sex. Esta disciplina del movimiento Slow está basada en el Tantra Sexual, no tener prisa es indispensable para esta práctica.

En España, el Movimiento Slow llegó en 1994, podemos encontrar 11 Convivias dispersas en toda la Península. Además en la primera edición de los Slow Food Awards, Jesús Garzón fue uno de los ganadores gracias a su labor de identificar los caminos de rebaños y revivir las actividades de trashumancia como medio de protección del medio ambiente de las montañas.

Además, en estas ciudades se practica el Slow Feng Shui, estrategía que ya ha puesto en marcha una empresa constructora en Argentina, Feng Shui Homes. Como decía mi abuela,

«Vísteme despacio que tengo prisa»

Maru Canales

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La tiranía del reloj, la filosofía «slow»

25,abril 2007

Como dijo Paul Valery, «el futuro ya no es lo que era»… Estamos tan ocupados en ganar dinero para asegurarnos un futuro cada vez más incierto, que nos estamos olvidando de disfrutar de lo cotidiano. La tendencia actual a que todo funcione 24 horas al día y 365 días al año, no nos permite un respiro.

take_back_your_time.gifHay momentos en los que necesitamos parar, tenemos la sensación de que hemos perdido las riendas de nuestra vida, nos angustia no contar con tiempo suficiente para cumplir con nuestras obligaciones diarias y posponemos las experiencias gratificantes al futuro, que finalmente casi nunca llega. ¡Sentimos que estamos sobreviviendo y queremos empezar de nuevo a disfrutar de la vida! 

Así nace la filosofía slow, proponiendo aparcar la prisa y disfrutar de cada minuto, centrándonos en vivir el presente. La filosofía slow se basa en el equilibrio, en “dedicar a las cosas el tiempo que merecen”.

El origen de esta filosofía es muy curioso, nació como reacción a la apertura del primer McDonald’s en Roma y se dio a conocer como el movimiento “Slow Food”. Actualmente, el libro “Elogio a la lentitud” del periodista Carl Honoré es considerado el manual de iniciación para cualquiera que esté interesado en esta forma de vida, en él se describen los beneficios físicos y psíquicos que puede aportar esta filosofía de dar a cada cosa su tiempo.

El movimiento slow reivindica una nueva escala de valores, aplicables a casi todas las áreas de nuestra vida, por ejemplo al trabajo: “trabajar para vivir y no al contrario”. No tiene porque significar menor productividad sino un trabajo de mayor calidad, más atento a los detalles y desarrollado en un ambiente más flexible y estimulante. De este modo se consigue mayor eficacia e implicación de los trabajadores, que además al terminar la jornada se encuentran en mejor disposición de disfrutar de la vida. Según un estudio encargado por Hewlett Packard, nuestra conexión permanente al móvil y al ordenador reduce nuestro coeficiente intelectual en un diez por ciento.

En resumen, la “filosofía slow” o “filosofía de la desaceleración” quiere luchar contra la tiranía del reloj, no en vano su principal propuesta en la actualidad es la de conseguir que el 24 de octubre sea nombrado Día Oficial Sin Relojes

“Pues todo empezó a ir mal cuando instalaron relojes en las plazas de los pueblos. Se impusieron leyes para estructurar los horarios. El tiempo empezó a medirnos a nosotros. Luego la tecnología empeoró el asunto, hasta llegar a una sociedad de gente que se enoja cuando las cosas no van a la velocidad del ratón”

Carl Honoré

Curiosa coincidencia entre la filosofía slow y la filosofía feng shui, a la que tampoco le gustan los relojes. En la cultura china, el reloj es considerado como el símbolo que representa la antitesis de la longevidad. Por ejemplo, no son recomendables en lugares donde nos visitan clientes porque les recordamos «la cantidad de cosas que tienen que hacer y el poco tiempo del que disponen»

«Saber vivir sin prisa es una manera de ser rico»

Bonnie Friedman

Maru Canales

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