Despedirse de un trabajo me recuerda a cuando “me suspendían” algún examen, yo nunca lo hacía… Siempre había un profesor dispuesto a hacerlo por mí. En el trabajo no fue diferente, sino había un jefe dispuesto a cargar con la responsabilidad, había una situación económica complicada, una reestructuración de plantilla, un embarazo… cualquier excusa es válida para despedirse y que parezca que lo hacen otros por mí.
Ya dice la sabiduría popular que “siempre se mata al mensajero”. Es decir, utilizamos al mensajero de nuestro propósito como verdugo, así podemos colocarnos cómodamente en el lado de las víctimas. Sin embargo, el papel de víctima a mí nunca me ha dado resultado, no me ha aportado nada aparte de sufrimiento.
Aceptar la responsabilidad de todo lo que me sucede si me ha dado buenos resultados. Aceptar que me “he despedido” y descubrir para qué ha sucedido es lo que realmente me ha ayudado en el desarrollo de mi profesión. Mi primer trabajo “serio” fue en una multinacional, American Express. Todo iba bien hasta que decidí compaginarlo con unos estudios de postgrado. Entonces, mi jefe me advirtió su disconformidad amenazándome con consecuencias desagradables. Supongo que mi inconsciente me explicaría que mi finalidad en la vida no estaba encorsetada a una empresa concreta. Por supuesto, realicé mis estudios y no me renovaron el contrato. Recuerdo que la sensación no fue agradable, sentía que había sido despedida y me invadió cierto sentimiento de fracaso (quizá orgullo herido) unido a un vacío de futuro.
Las dudas se despejaron rápidamente al encontrar un nuevo trabajo, en DHL, del que años más tarde también volvería a sentirme despedida. En esta ocasión me quedé embarazada y no hacía falta más que echar un vistazo alrededor (al caso de otras compañeras) para saber lo que me jugaba. Supongo que de nuevo, mis objetivos en la vida volvían a entrar en contradicción con el mercado laboral. Aunque me enfadó muchísimo la situación, con el tiempo he entendido las oportunidades que me brindó, entre ellas poder dedicarme y disfrutar de mi bebé una buena temporada.
Es cierto que mi experiencia se desarrolla en la juventud, momento en el que todavía no solemos estar tan apegados a las cosas, es decir, nuestra cuenta de gastos no es tan extensa como en la madurez cuando además tenemos hijos a nuestro cargo. Aunque por otro lado, era un momento en el que la carrera profesional era uno de los aspectos a los que más importancia daba. En todo caso, mis despidos han sido una gran enseñanza para el momento actual en mi papel de empresaria.
Ahora ya no tengo un jefe al que poder echarle la culpa de mis resultados. Bueno, me queda la situación económica actual (aunque ya ni yo misma me crea mis excusas). Lo que si he aprendido es que cuando la vida me para de alguna manera me está invitando a mirar hacia dentro, a bucear en mí. Y, siempre que lo he hecho me ha dado buenos resultados, descubriendo nuevas oportunidades. De hecho, mi dedicación a la consultoría de Feng Shui nace durante la recuperación de mi cóccix roto.
Hace unos días, haciendo un proyecto de Feng Shui en una casa, me di un golpe en la cabeza con un techo aguardillado, perdí el equilibrio y caí. Para no rodar por toda la escalera, solté la brújula, que rodó por mí. El resultado ha sido un hueso (nada grave) y mi brújula rota. Podría pensar que la casa en la que estaba tenía su “aquel”, pero no me aportaría nada porque la que se cayó fui yo. Por eso, prefiero mirar hacia dentro y replantearme de nuevo todo, cuestiones que no se me habrían ocurrido días atrás. Después del desconcierto inicial, poco a poco, voy vislumbrando nuevas oportunidades que tampoco había visto hasta ahora.
Escribiendo este artículo, me acabo de dar cuenta que estoy haciendo lo que he representado en la aspiración de la carrera profesional en mi despacho, a través de una marina que para mí significa «sabemos lo que somos pero no lo que podemos llegar a ser… «. ¡Qué burra puedo ser!, lo tenía delante de mis narices y he tenido que romperme un hueso y la brújula para darme cuenta… La verdad es que entiendo a mi inconsciente, a veces, o me da un golpe y me inmoviliza o no me entero…
Maru Canales
Autora del libro, «Feng Shui en la empresa»
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