Han sido varios los artículos escritos en este blog haciendo referencia al miedo, desde hace dos años. Es curioso como funciona la ley de la sincronicidad, no era una casualidad, el miedo era uno de mis temas a afrontar, una de mis grandes sombras pendientes de abrazar.
En casa de mis padres todavía se conservan en el salón mis fotos con un gato, montada a caballo, esquiando… Mi aprendizaje sobre el miedo comienza en la infancia entorno a los deportes y a los animales. Mi casa era un buen escenario, convivíamos con todo tipo de animales. Aunque la raza felina era la que se llevaba la palma, un gato en el jardín era suficiente para que no saliera de casa, llegó un momento que no me atrevía ni a ahuyentarlo.
Asimismo, una de las prioridades de mis padres era inculcarnos el amor por el deporte. Por ello, llegué a dedicarme a algunos deportes con bastante intensidad, lo que hizo que mis amistades también estuvieran en ese entorno y no quisiera abandonarlo. No obstante, vivía la práctica del deporte como una autentica pesadilla, era el caldo de cultivo que hacía a mi miedo aparecer.
Así me gané en mi entorno la etiqueta de miedosa. Hacía tantos años que la llevaba puesta que me identifiqué plenamente con ella. Ya adulta, la extendí desde el mundo animal y deportivo a otras áreas de mi vida. Pero, llegó un momento que sus límites parecían ahogarme, hasta que por fin, ahondando en conocerme, descubrí que ese miedo había surgido como un aliado. Especialmente en los momentos que ha sido tan intenso que ha conseguido paralizarme. Gracias al pánico que he llegado a sentir se ha despertado un resorte que estaba en mi interior, mi valentía, lo único que ha sido capaz de sacarme de esas situaciones. Es decir, gracias al miedo he conocido el poder de mi valentía.
Hasta que un día, realizaba un profundo ejercicio de autodescubrimiento y aceptación de las sombras. Me emocioné pensando que ya había llegado al origen, pero el ejercicio continuaba. Llegué a sentir el miedo a la muerte, conseguí traspasarlo. Entonces, me encontré con el mayor miedo que jamás hubiera sospechado, el miedo a mi misma. Miedo a lo que opino de mi, miedo a mi propia crítica, miedo a perderme en el otro, miedo a volverme a dormir durante años guiándome por lo «establecido» o lo supuestamente «correcto», miedo a no permitirme ser yo misma. Ese es el origen de mi miedo, un sentimiento aterrador, porque acaba con mis excusas del exterior. Me enfrenta a la realidad, si no soy yo misma es porque yo no lo permito, nadie más tiene ese poder, esa capacidad de hacerlo posible. Todo está en mí, ambas conviven, la que quiere ser ella misma y el juez implacable que me puede boicotear.
Recordé que en el blog había publicado la experiencia de Donald Walsch, volví a verla “la respuesta correcta siempre es el amor: ¿qué haría el amor ante esta situación?”. Además, este planteamiento coincidía con lo que proponían los egipcios en el Templo de Osiris, el camino del miedo al amor. Todo ello me reconfortó, sentí que había encontrado un camino. Pensé en cómo podría ayudarme a traspasar este nuevo reto y puse en practica lo que el Feng Shui me ha enseñado. En la esquina Noroeste de mi despacho, donde se representa el liderazgo, decidí escribir un mensaje claro, directo y conciso a mi inconsciente, «SOY CAPAZ». Cuantas veces lo he leído y que bien me he sentido.
Así, llega mi reconciliación con mi miedo, empiezo por el mundo animal y deportivo, los instrumentos que yo misma elegí desde la infancia para facilitarme este aprendizaje. Por primera vez en mi vida, este invierno pude disfrutar de la práctica del esquí sin sentir miedo, afrontando mi miedo a la muerte. Pude coger un gato en brazos en lugar de cruzar de acera porque había uno, aceptando el miedo a ser libre e incontrolable para mi mente. Pequeños grandes detalles que me ayudan a «resetear» mis creencias, a darme cuenta de que no necesito llegar a situaciones límite para saber que puedo salir de ellas. Ahora, poco a poco, lo voy trasladando a otras áreas de mi vida.
Todo mi respeto y agradecimiento a mi miedo, ahora sé que cuando apareces tienes algo importante que contarme. Lo descubrí cuando deje de preguntarme por qué y empecé a preguntarme para qué estabas ahí. Gracias por iniciarme y prepararme para un nuevo camino a recorrer, el camino del amor.
Maru Canales
Autora del libro, «Feng Shui en la empresa»
Artículos relacionados: